llevaos esta mente encadenada,
pues no merece tal condena,
debe, pues, ser liberada.
Lleváosla a donde quiera que vayáis a ir,
no es de mi correspondencia su destino decidir.
Sin embargo, quisiera haceros un pequeño encargo.
Dádle un cuerpo sin límites,
y un escenario sin trampas;
haced de ella la razón de una vida sin pena.
Ahora he de decir que no se juega con el destino.
Que las cosas son como son,
las libertades aprenden más del mal mayor.
De hecho, lamentaría una vida sin males,
odiaría no haber pasado por doloroses muertes experienciales.
Pues acepto quien soy,
y soy precisamente lo que el dolor ha tallado,
y el cielo ha llorado.
Pero tenía que decirlo,
dejando así constancia de que sigo vivo;
perpetuando el camino que fui llevado sin ninguna alternativa más como opción.
Esperando encontrar la puerta,
que no me saque,
sino que me deje ver la luz al otro lado del tornado.
Tornado que es trance,
trance para mi mente,
que ahora descansa en una clara guerra.