“Fíate sólo de tu propia experiencia”, me aconsejé hace mucho tiempo. Era el único sabio consejo que podía darme entonces. Y fue ahí cuando empezó todo…

19 de enero de 2012

Éxtasis

Sereno y tranquilo.

Pausado ante lo variante.

Pero en vigilia constante.

A pesar de cada caída, cada huella,
cada raspazo,
cada caída y pinchazo.

Algo fluye por unas venas marchitas,
vibrante,
brillante.

Aún es pronto para lo ajeno,
aquello de lo que ahora se habla.
Y mucho se calla.

Pero es vislumbrante el amanecer,
de una nueva era,
que al renacer
espera
a todo aquel
iluso

...que se atreva a entrar.

En “esa” cueva.
Maravillosa esfera infinita de sueños muertos y vivos al mismo tiempo.
Vida.

Lluvia seca

Jugamos de forma sencilla, creyéndonos dentro de un juego complejo. Con almas y sentimientos. Palabras que no solo son palabras. Arden como demonios dentro del sentir macabro y violento de algo inhumano.

Por eso el humano es tan diabólico a veces. Procede de él mucho de lo que nunca le correspondió en sí mismo, y siempre llevó consigo.

El relato secuencial termina en ese mismo instante en que el dolor comienza, es decir, al comienzo. Porque es imposible decir nada de lo que está muerto nada más comenzar, salvo eso mismo, que duró solo un instante, instante mismo en que pereció, y se olvidó...

Mirada a un atardecer

Entro en el océano y buceo para alcanzar la superficie de lo oculto y lo superfluo.

Teatro de una tragedia.

Donde el fin y el principio se cruzan formando un arma,
arma que emplea su tono para morder lo inalcanzable de la nada.

Y ahí empezó la tragedia.

Sinuoso y suave,
diluyente y hostil.
Fructífero.
Aterrador.
Doliente.

La nada acechaba constantemente con su resplandor inapreciable e imperceptible mediante los sentidos humanos.

La nada creaba más nada y de nuevo atacaba con asoladora y oscura nada.

Pero algo montante y enfermo lloraba y se quejaba por nacer. Con miedo y valor, y profunda desesperación, preguntaba dónde estaba ella. Moría constantemente esperando nacer. Con la lluvia y corriente tempestad de lo ilimitado, seguía nadando, buceando los límites de lo no alcanzable.

Porque no había respuestas que responder a ninguna pregunta que pudiera existir. Automática e imprevisiblemente se mecía en la cueva escudriñando pasaje por pasaje. Pequeña mínima porción de una pasión rojiza por el despertar de lo eterno.

Títere de un director sin orquesta ni melodía. Vacío y lleno de mierda.

Mierda,
como único motor,
y esperanzadores renacientes y resquicios,
ardores brotes de locura y enfermiza pasión.
Velleza abrumada por lo orrendo.

Poesía amada por ciegos,
y actuaciones vistas por mudos.

Así es como canta el pájaro muerto que aún no ha nacido,
y cuyas alas solo se asoman por una orilla de un eterno cielo oscuro sin una mínima pero encantadora sonrisa de un agujero por donde mirar, que nunca se verá, pero que podrá apreciarse en este atardecer.

Mañana será otro día...